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VUELTA A LA CALMA

Cuando una persona experimenta una situación negativa y no cuenta con los recursos suficientes para hacerle frente, empieza a pensar que nunca podrá “defenderse” ante ese tipo de situaciones, por lo que es probable que se experimenten sensaciones que le generen pensamientos de derrota, de resignación, ansiedad, bloqueo, pasividad, miedos constantes ante pensamientos incontrolables, falta de motivación y en el peor de los casos, depresión.


La situación actual, nos hace plantearnos este concepto que ya, en 1967, descubrió Seligman, padre de la psicología positiva, realizando diversos experimentos que planteaban justo esto.
En uno de ellos, sometió a dos perros a descargas eléctricas, el primero de ellos, podía apagar la descarga pulsando una palanca. El segundo, no tan afortunado, no tenia manera de parar la descarga y, por lo tanto, la suspensión de esta era aleatoria, dependía del azar.
Después, puso a los perros en una habitación, en las que el suelo emite descargas eléctricas que podían evitar yendo al fondo de la habitación, saltando un pequeño muro que separa la zona de descargas y la zona de no descargas. Lo que sucedió, fue que el primer perro, el que había aprendido a parar las descargas con la palanca, buscó una manera de evitar estas nuevas descargas, el perro que no “había aprendido” a pararlas, se quedó ahí, sin hacer nada, y sin buscar una manera de evitarlas como había hecho el primer perro.


La conclusión fue clara. El segundo perro, percibía que nada podría hacer, que no podría poner en marcha ninguna conducta que le permitiera, cambiar la situación, es decir, que había aprendido a comportarse de forma totalmente pasiva. Es aquí donde surgió, el concepto de indefensión aprendida.
Aprender, que no podemos “defendernos” ante un acontecimiento porque en el pasado ya hemos vivido una situación en la que no nos hemos podido defender.


¿Somos las personas susceptibles de desarrollar indefensión aprendida? ¿Vivimos en el momento actual una masiva sobrecarga de información, que nos hace plantearnos si tenemos el control real de la situación? O somos meros espectadores del momento pandémico que estamos viviendo. Reflexionemos.


Esta indefensión aprendida, nos genera, en la mayoría de las ocasiones, pensamientos irracionales, se generan en nuestra cabeza creencias que a veces no son del todo reales, que no se ajustan a la realidad, y que, además, nos generan malestar. Debemos aplicar, técnicas de reestructuración cognitiva, que nos acerquen a la realidad, y nos
alejen de todos los miedos irracionales que, en un momento, como el actual, nos invaden.


Es prioritario que escuchemos y analicemos la situación (con datos reales y no dejarnos llevar por informaciones sesgadas que solo nos llevaran a volver a la casilla de salida), trabajar la asertividad, pensar que siempre hay alternativas, realizar actividades que nos reporten calma y que antes no hacíamos y lo más importante, recordar que “somos capaces”.
Si nosotros, que somos adultos con un sistema madurativo ya creado y conscientes de poder tomar decisiones que se ajusten a la realidad, a veces, nos vemos invadidos por estos fenómenos,

¿Qué pasa con los niños?


Oído en consulta: “X no quiere ir a jugar al parque, tiene miedo a contagiarse, prefiere estar jugando en casa con la Tablet”.

Los niños, por definición son indefensos. Somos los adultos los responsables de lanzarles mensajes positivos, ajustados a su realidad, y por supuesto, en su idioma, en un lenguaje que puedan comprender en función de su momento evolutivo y en el que puedan hacer preguntas ante todas sus incertidumbres y miedos.
Debemos ofrecer apoyo emocional a los niños, estamos viendo en consulta niños que están experimentando fuertes cambios a nivel emocional y conductual en esta pandemia, y algunos de ellos, están manifestando, como los adultos, síntomas de ansiedad, tristeza, ira o excesiva demanda a los adultos.
Como profesionales, de la educación y como adultos que están en contacto con niños debemos asegurarnos de que exista este apoyo emocional, que sin duda influye de manera directa en otros procesos de aprendizaje que están en su día a día en el ámbito curricular.

  • Re-aseguración: consolar a los niños, escuchándolos, comprendiéndoles y asegurándoles bienestar tanto de él como de sus seres queridos (“los abuelos estarán bien, no te preocupes).
  • Mantener las rutinas: mantener rutinas que están presentes en su día a día, relacionadas con su alimentación, sueño, aprendizaje, y muy importante: el juego.
  • Regulación: enseñar a los niños estrategias y herramientas para afrontar situaciones que les generen malestar. Trabajar con ejercicios de respiración, o de “volver a la calma” en momentos de ira, inseguridad o frustración.
    Darle prioridad a lo positivo es fundamental en los niños. Que entiendan que hay situaciones, que, como los adultos, no podremos controlar, pero si podremos buscar herramientas y estrategias para sentirnos mejor. Practicar las emociones, identificarlas, reconocerlas y trabajar con ellas, debería de ser fundamental en cualquier proceso
    evolutivo.

Creer que tenemos control sobre las situaciones, nos genera seguridad, pero no siempre es posible.
Seleccionemos la información que nos llega.
Ajustémosla a la realidad.
Generemos herramientas que nos hagan volver a la calma.
Recordemos los mensajes que deben recibir los niños, y cómo los reciben de las personas a las que quieren.
Pidamos ayuda en el caso de ser necesario.
Y, sobre todo, recordemos, que hasta el camino más largo comienza con el primer paso.
Somos capaces. Siempre sale el sol.

Virginia Vicente

Psicóloga infantil. Psílaba Valladolid – Claramente Logopedia